Es interesante y educativo observar como en el medio de un partido por eliminatoria, un sujeto que ha hecho su popularidad y buen pasar económico desde el fútbol, deja a un lado la pelota y aprovecha esta ventana deportiva que se le abre, para difundir un libro, " Malvinas .La guerra de los neutrales" producido por su hijo ( Matias Joaquin Morales )poniendonos de cara a un pedazo de historia latinoamericana.
Revelandonos que el Plan Condor entre las dictaduras Argentinas y Chilenas no fue tan estrecha como pudiera aparentar.
Es decir; allí tampoco el camino fue lineal.
Nos referimos a Víctor. H. Morales.
Entiendo que lo anteriormente expuesto puede ser refutado
como oportunismo del protagonista ,pero deseo creer que existen
personas convencidas de sus dichos y comprometidas con la sociedad
que les toca integrar.
De todas formas siempre se tratara de subjetividad.
Al existir una potencia,como la británica , Pinochet se situó del lado desde donde soplaba el viento.
Fragmento del novel libro.
La ayuda peruana a la Argentina estuvo en sintonía con
su voto en la OEA, con su posición acerca del TIAR, con la
postura del Movimiento de los No Alineados, y con el sentido
común. Si bien en la OEA los únicos que abstuvieron sus votos
en lugar de pronunciarse a favor de los argentinos fueron Co-
lombia, Estados Unidos y Chile, y la Junta Militar contó con
el apoyo de la gran mayoría del resto de los Estados, Perú fue
su más decidido aliado. Si bien la causa más importante de su
alineación fue el sincero convencimiento de la justa causa an-
tiimperialista, existen otras explicaciones por las cuales su com-
promiso fue mayor al del resto.
Perú tiene un histórico enfrentamiento con Chile, desen-
cadenado con la guerra del Pacífico, librada entre 1879 y 1883,
en la cual perdió una considerable cantidad de territorio. En
dicha guerra uniría sus fuerzas con Bolivia, país que resignaría
su salida al mar. A partir de la pérdida de Tacna y Arica a manos
chilenas, los peruanos comenzarían a llamarlas "provincias cau-
tivas". Hasta la fecha, los peruanos ven a sus vecinos del sur
como usurpadores, y el involucramiento de Pinochet en la gue-
rra de las Malvinas, ayudando al Reino Unido, estimuló el apo-
yo a la Argentina. Por dicha razón, las embajadas no escatima-
ban en voluntarios para pelear una guerra que veían como suya.
Por otro lado, se cree que desde los años 60 los dos países tenían
un pacto de asistencia recíproca.
Pero lo que en realidad muestran los lazos militares entre los dos países es la gran cantidad de oficiales peruanos que habían estudiado en el Colegio Mi-
litar Argentino.
Entre ellos se encuentra el general Luis Cisne-ros Vizquerra, ministro de Guerra del presidente Belaúnde,
apodado el Gaucho por su apego al país donde realizó sus estu-
dios. Y por último, el claro vínculo militar era reforzado por el
hecho de que el presidente Fernando Belaúnde Terry había pa-
sado la primera parte de su exilio en Argentina, cuando fue de-
rrocado en 1968.
Después de entender las razones del compromiso peruano
con la causa independentista, queda por definir los detalles de
la ayuda brindada.
La posición del presidente peruano es todavía más valiente,
en la medida en que él sabía que una victoria argentina era casi
imposible. Mientras la Junta Militar argentina pensaba que Gran
Bretaña no se lanzaría a una reconquista a miles de kilómetros
por unas islas en el Atlántico Sur, Belaúnde sabía que Thatcher
iría a la guerra. No solo por historia, o por orgullo. Sino porque
era lo único que podía salvar su carrera política, tan decadente e
impopular en el espectro nacional. Posteriormente, cuando la
primera ministra anunció que mandaría todas sus fuerzas a la
guerra, el jefe de Estado peruano trató de hacerle entender a la
delegación argentina que había ido a su país a coordinar el apoyo
peruano, sobre todo en los aspectos logístico y aéreo, que la
geografía de las islas hacía imposible la defensa de las numero-
sas playas y bahías. Que las características terrestres de las Mal-
vinas quitaban importancia al previo asentamiento de las Fuer-
zas Armadas. Y aseguraba que Puerto Argentino y otros puntos
de menor importancia eran vulnerables a un ataque británico,
siendo imposible defender sus posesiones. Los argentinos, cegados por el triunfalismo y la rápida victoria que habían obtenido
tras el desembarco el día 2 de abril, ante el débil contingente que
defendía las islas, hicieron oídos sordos a sus advertencias.
Pero Perú siguió al lado de su incondicional aliado. A los
esfuerzos diplomáticos de Belaúnde para lograr la paz, se le su-
maba el apoyo de su maquinaria de guerra. La Fuerza Aérea de
Perú (FAP) mandaría hacia Buenos Aires diez aviones de com-
bate Mirage M5-P, poniéndolos a disposición de las necesidades
argentinas. El traslado de los mismos se hizo en el mayor secreto.
Para eludir los radares chilenos de Iquique y Antofagasta, y los
bolivianos (aunque no representaban mucho peligro), tuvieron
que realizar el vuelo desde Arequipa hacia Tandil, y de allí a Bue-
nos Aires, a más de 33 mil pies de altura y con las radios apaga-
das. También fueron enviados técnicos y equipo de manteni-
miento para la instrucción en el manejo de las aeronaves. La
entrega de los aviones fue precedida por el cambio de la insignia,
la bandera y la matrícula peruanas por las argentinas. El Coman-
do de Materiales recibió la orden de proporcionar toda la logís-
tica necesaria para la operación de las naves y de los equipos de
defensa aérea. Por otro lado, mandaron alrededor de 30 misiles
AS-30 aire-tierra, misiles antiaéreos, obuses, bombas y municio-
nes. Argentina utilizaría a Perú como puente para la adquisición
de materiales, como las compras de repuestos de aviones a Israel
que terminaron en posesión del gobierno de Buenos Aires.
Los Mirage proporcionados por Perú eran muy importan-
tes para Argentina, ya que, por más que poseían Super Etan-
dart, capaces de trasladar los misiles Exocet, Mirage-3, para
combate aéreo, los Dagger y los A-4 Skyhawk, con misiles ai-
re-tierra, necesitaban aviones con una mayor autonomía de
vuelo. Por otro lado, los aviones peruanos de fabricación fran-
cesa eran ideales si los principales blancos eran marítimos. Eran
capaces de transportar los misiles teledirigidos AS-30, con un alcance de 15 kilómetros, que eran perfectos para atacar buques, y contaban con cañones que poseían balas con cabezas explosivas de 20 milímetros.
Quizás nos lleve a posiciones más críticas acerca de la
superficialidad con que abordamos problemas tanto culturales como
materiales. A mí no me cabe la menor duda de que nuestro mundo cambia
mucho más aceleradamente de lo que somos capaces de imaginar. FIDEL.